Venezuela, la Carta Democrática y otros tiros por la culata


El ex-canciller de Uruguay y actual Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, presentó recientemente una actualización al informe que presentó en el 2016 sobre la situación venezolana. Está exigiendo la “inmediata suspensión” de Venezuela en la organización si no se realizan elecciones en el plazo de un mes; la liberación de los presos políticos; sustitución de las autoridades del Consejo Nacional Electoral y del Tribunal Supremo de Justicia por otras cuyo nombramiento esté apegado a la Constitución. Sin embargo, aunque la intención sea presionar al gobierno venezolano a convocar elecciones ante el muy dudoso estado de la democracia en el país, puede que le salga el tiro por la culata al Sr. Almagro.

No hay que olvidar que ya existe un antecedente de exclusión de un país en la OEA y su nombre es Cuba. La misma ocurrió en el año 1962, tras conocerse las intenciones marxistas-leninistas de Fidel. Y como es bien sabido, ese aislamiento de Cuba no logró ningún tipo de cambio político en la isla en los 47 años que se aplicó (hasta el año 2009). Actualmente, la tendencia es contraria, y se busca incluir a Cuba en el club americano.

Y aunque las comparaciones son odiosas porque no todos los casos son similares, no se puede decir lo mismo en el caso venezolano, que ha sido una réplica política bastante fiel del modelo cubano... incluyendo el verbo anti-imperialista, intentos de asesinato, golpes de Estado y toda la telenovela cubana de siempre. Es decir, teniendo en cuenta el personaje, el aislamiento de Venezuela en el sistema interamericano, en lugar de incitar a mejorar o incidir en el panorama político del país, pudiera tener el efecto contrario y obligar al gobierno venezolano a radicalizarse todavía más e impedir de una vez por todas cualquier tipo de cambio político. Eso es precisamente lo que temen muchos países de la región.

Ahora bien, ¿Es viable que Venezuela sea suspendida? Pues es más fácil decirlo que hacerlo. Para ello, durante la sesión de la Asamblea General de la OEA, al menos 24 países deben votar a favor de la suspensión. En junio de 2016 se hizo una votación al respecto y en la que no prosperó la suspensión. En ese momento, Venezuela obtuvo 19 votos a su favor, 12 en contra, dos ausencias y una abstención (34 votos en total). El chavismo se afana en proclamar que los números no le dan al Sr. Almagro y que Venezuela cuenta con un amplio apoyo, pero todavía es posible que algunos países cambien de opinión y, sino votan en contra, se abstengan de votar o se ausenten.

A pesar de la poco probable suspensión a Venezuela, vamos a asumir que la misma se logra. ¿Cuáles son los escenarios posibles?

Primero, ¿Cómo actuará Venezuela? Conociendo los personajes, y ante el reiterado descrédito del sistema interamericano, es muy probable que Venezuela denuncie la Carta de la OEA y salga definitivamente de la organización. De hecho, aún siendo suspendido, Venezuela todavía debe responder a sus compromisos con la Carta de la OEA y la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, y por lo tanto, a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos... El gran archienemigo. Así que, como cualquier ser racional pensaría, ¿Cuál sería el punto de permanecer? Aún si Venezuela no lo hace, el resultado, en los hechos, no sería muy distinto.

¿Qué implica la suspensión? Sólo eso, la posibilidad de participar en las sesiones y los organismos del sistema interamericano. Es decir, es una sanción de orden moral, y en ninguna manera implica un bloqueo económico o una intervención militar, como señalan los líderes del chavismo. De hecho, de acuerdo al derecho internacional, el único órgano capaz de ordenar una intervención militar es el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo cual sería todavía menos probable considerando que ni Rusia ni China -con derecho de veto- permitirían tal acción.

Pero tampoco la sanción sería inofensiva. Ello evitaría que Venezuela pudiera acceder a financiamiento internacional, como es el caso directo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Y aunque la sanción no es obligante para otros organismos internacionales, puede influenciar en otros mecanismos, como la Corporación Andina de Fomento (CAF), Banco Mundial, entre otros. A su vez, la suspensión y la categorización como un país que no cumple con los estándares democráticos y de derechos humanos, incidirá en el famoso índice llamado "riesgo país", alejando aún más la inversión extranjera en el país. En fin, se podría perjudicar indirectamente la ya maltrecha economía venezolana.

Quizás si el Sr. Almagro propone, por ejemplo, una limitación temporal a la sanción a Venezuela (ej. se sanciona hasta el 2018), la misma podría ser más aceptable para la mayoría de los países, e inclusive evitaría que Maduro anuncie una posible salida de la OEA. Y es que una suspensión indefinida no será del gusto de todos los países.

Pero yo no soy el Secretario General de la OEA...


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